AMORES QUE NO VOY A OLVIDAR

AMORES QUE NO VOY A OLVIDAR!

Por razones de la vida, me tuve que alejar de mi querido ROJO. Es un domingo distinto, son las 10 de la mañana y me hago mil preguntas, que yo mismo me contesto, ¿qué hago en Reconquista?, si hoy es el clásico en mi querido pueblo “MARGARITA”. Muero por estar allí, mi amor SARMIENTO vuelve a casa!!!

Envío un mensaje a Ale “suerte, saludos a los muchachos”, a lo que recibo como respuesta “ya es una fiesta, apoyanos desde allá”; pero no me alcanzo. Tenía que emprender viaje y lo hice.

Mates de por medio, pensaba que por el capricho de algunos dirigentes de Central podía quedarme afuera, pero no me importó.

Margarita está distinta, se percibe en el aire la fragancia “FUTBOL”, la gente movilizada.

Me domina la impaciencia y por fin el momento esperado, serpientes, bombos, papelitos y trapos. Gran colorido para recibir a los soldados de Chucha y Diente; ya no está el tío Blas, ni el Padre Bossio, tampoco el Gordo Horacito, pero sus almas sobrevuelan los pibes de “LA DAMAJUANA” en una comunión eterna. Es la misma pasión que pocos tienen y entienden. Ya no viste tu gloriosa camiseta Tito Grill defendiendo, ni Café en los tiros libres, ni el Nego haciendo goles. Los pibes de hoy son los mellis Faccioli, Edu Thomas, Facu Couvert y Homero Chejoland, que el destino todavía no me deja conocer.

Dominamos, como siempre, hasta que la sonrisa de los gringos hizo pistonear mi corazón, Amlodipina para mi, estamos perdiendo injustamente. Con la tranquilidad que siempre aparecen los pibes para poner las cosas en su lugar, y esta no fue la excepción.

Llagaron los goles de Facciolli y Capoulat. Ganamos otra vez, en Margarita manda SARMIENTO, lo dice la historia, y lo avalan las estadísticas.

Cambiará el Presidente Comunal, el Párroco, el Comisario, pero no la paternidad del ROJO sobre Central.

Goooooooooooooooooooooollllllllll del ROJO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!, es el grito atragantado que estremece las redes y que esa tarde no pude dar. Mi querido ROJO, ese amor que no voy a olvidar.

GERARDO ARRÚA